2 y se atrevía a decir que el bienhechor de la ciudad, el defensor de
sus compatriotas y celoso observante de las leyes, era un conspirador contra
el Estado.
3 A tal punto llegó la hostilidad, que hasta se cometieron asesinatos
por parte de uno de los esbirros de Simón.
4 Considerando Onías que aquella rivalidad era intolerable y que
Apolonio, hijo de Menesteo, estratega de Celesira y Fenicia,
instigaba a
Simón al mal,
5 se hizo llevar donde el rey, no porque pretendiera acusar a sus
conciudadanos, sino que miraba por los intereses generales y particulares de
toda su gente.
6 Pues bien veía que sin la intervención real era ya imposible
pacificar la situación y detener a Simón en sus locuras.
7 Cuando Seleuco dejó esta vida y Antíoco, por sobrenombre
Epífanes, comenzó a reinar, Jasón, el hermano de Onías, usurpó el
sumo
pontificado,
8 después de haber prometido al rey, en una conversación, 360
talentos de plata y ochenta talentos de otras rentas.
9 Se comprometía además a firmar el pago de otro 150, si se le
concedía la facultad de instalar por su propia cuenta un gimnasio y
una
efebía, así como la de inscribir a los Antioquenos en Jerusalén.
10 Con el consentimiento del rey y con los poderes en su mano,
pronto cambió las costumbres de sus compatriotas conforme al estilo
griego.
11 Suprimiendo los privilegios que los reyes habían concedido a los
judíos por medio de Juan, padre de Eupólemo, el que fue enviado en
embajada a los romanos para un tratado de amistad y alianza, y abrogando
las instituciones legales, introdujo costumbres nuevas, contrarias a la Ley.
12 Así pues, fundó a su gusto un gimnasio bajo la misma acrópolis e
indujo a lo mejor de la juventud a educarse bajo el petaso.
13 Era tal el auge del helenismo y el progreso de la moda extranjera a
causa de la extrema perversidad de aquel Jasón, que tenía más de impío que
de sumo sacerdote,
14 que ya los sacerdotes no sentían celo por el servicio del altar, sino
que despreciaban el Templo; descuidando los sacrificios, en cuanto se daba
la señal con el gong se apresuraban a tomar parte en los ejercicios
de la
palestra contrarios a la ley;
15 sin apreciar en nada la honra patria, tenían por mejores las glorias
helénicas.
16 Por esto mismo, una difícil situación les puso en aprieto, y
tuvieron como enemigos y verdugos a los mismos cuya conducta emulaban
y a quienes querían parecerse en todo.
17 Pues no resulta fácil violar las leyes divinas; así lo mostrará
el
tiempo venidero.
18 Cuando se celebraron en Tiro los juegos cuadrienales, en presencia
del rey,
19 el impuro Jasón envió embajadores, como Antioquenos de
Jerusalén, que llevaban consigo trescientas dracmas de plata
para el
sacrificio de Hércules. Pero los portadores prefirieron, dado
que no
convenía, no emplearlas en el sacrificio, sino en otros gastos.
20 Y así, el dinero que estaba destinado por voluntad del que lo
enviaba, al sacrificio de Hércules, se empleó por deseo de los portadores, en
la construcción de las trirremes.